Arasanz Garcia

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Memorias de Blanquita.

Escrito por Javier (Navegante), fechado el 11 de mayo de 2016.

Después de varias semanas sin ver la luz, encerrada en este garaje y atada a unas columnas, mas para que Javier se sienta seguro que para evitar que me vaya sin el, he visto por el rabillo del faro que aparece con las maletas en la mano, vestido para viajar y con una sonrisa medio maligna medio ensoñadora.

Esto me hace sentir bien, me libera de la presión de las cadenas que me atan al pilar del garaje y después de situarme en posición de salida, siento como desliza las maletas a ambos lados de mi asiento, me produce una satisfacción ver que salimos de viaje, ahora el turno del baúl y el peso parece liviano con la emoción de una nueva aventura.

Contacto, y leo la fecha en mi corazón electrónico, día 11 de mayo de 2016 a las 08:00, un reinicio y todo esta correcto, veo una fugaz sonrisa en Javier y como en un susurro me dice:

- Blanquita, nos vamos a recorrer España.

Lluvias.Una pulsación invade mi electrónica, y con un ronroneo bronco y profundo, después de una bocanada de aire, mi corazón late a 1000 revoluciones por minuto. Me sonrio cada vez que Javier me llama Blanquita, mi nombre es 4226 JDS, pero después de este viaje que os voy a contar, a veces me llama Barquita. Rara costumbre la de los hombres, pero a Javier le consiento todo.

Engrano la primera marcha cuando Javier pisa la palanca y despacio, como saboreando el momento de esta salida, partimos hacia la puerta de salida del garaje. Me siento alegre y me gusta oír como retumba el ronroneo de mi corazón en las paredes del garaje, un eco maravilloso inunda todo el recinto, mientras Javier activa el mando de apertura de la puerta, ya se empieza a ver la luz del día y poco a poco avanzamos hacia la calle.

Despacio, como para calentar mi corazón, que arde en deseos de latir violentamente, y para que mis zapatos, casi nuevos, vayan acostumbrarse al frio asfalto de la mañana, vamos pasando entra calles semidesiertas con algún que otro estudiante hacia su faena. Noto como Javier tiembla un poco de la emoción, eso me hace sentir bien ya que el viaje sera largo.

Parada para llenar el deposito de mi bebida energética preferida y una rotonda mas para entrar en la carretera. Muchos enlatados a esta hora en Madrid, que es donde vivimos Javier y Yo. Cuesta salir a carretera abierta, pero al fin estamos los dos, solos, acompañados por el ululante sonido del aire al atravesar mi figura, es como una caricia de algodón.

Empiezan a caer los kilómetros y mi corazón se alegra al paso de cada curva, Javier empuña los mandos con suavidad, como acariciándolos y a cada cambio de dirección en cada una de las revueltas de la carretera, noto el peso alegre de Javier, me siento como si no tocara el suelo, perecemos uno en estos momentos, en los que vamos mecidos por el aire, entre curva y curva, como una pluma sustentada por la brisa.

Poco a poco el día se esta poniendo oscuro y gris, pero mi corazón sigue latiendo con fuerza, no importa si hace sol o no, estamos en ruta y disfrutando del momento, luego ya sera ayer, así que me centro en el ahora. Con mi faro voy divisado unos nubarrones a lo lejos, Javier aprieta sus rodillas sobre mi deposito y me hace guiñar el intermitente, salimos a un área de servicio, hay que volver a repostar. Esta vez Javier se enfunda otros pantalones y otra chaqueta por encima de la ropa que ya llevaba y al montar me hace modificar mi modo, pasamos a "RAIN", bueno, llueva o truene yo estaré preparada para lo que venga. Javier vuelve a susurrarme:

- Blanquita, ahora unos kilómetros mas nos alejaremos de Cáceres y dirección Sevilla, puede que nos llueva, habrá que tener cuidado.

Arrancamos en ruta de nuevo, y tal y como me anuncio Javier, empezamos a mojarnos con una lluvia fina pero persistente, es como una ducha de agua, un aliento de vida para las plantas, pero no se porque Javier se recoge sobre mi, no parece que le guste mojarse, esto casi me hace sonreír, pero debo guardar la compostura. Con suavidad, Javier y Yo vamos meciéndonos entre curvas, el mismo aire que desplazamos va limpiando mi faro, así que somos bien visibles y seguimos avanzando. Noto que Javier esta en tensión, no sabe que yo estoy muy segura de lo que hacemos, controlo la tracción y el frenado para que no haya sustos y entrego la potencia de forma tranquila para evitar sobresaltos. Los humanos a veces no saben de lo que somos capaces.

Playa de Isla Cristina.

Seguimos avanzando y arrecia la lluvia, ahora parece que el cielo quiera vengarse de los hombres por lo que hacen a este mundo, de mis zapatos salen dos surcos de agua que brillan con las luces de los faros de otros vehículos. Vamos despacio y así mis zapatos pueden aferrarse al asfalto que esta debajo de dos dedos de agua, según dice Javier porque no se que son dos dedos, encuentro todo divertido, pero Javier esta serio, lo noto en la forma en que aprieta sus muslos contra mi cuerpo, los pies en tensión y muy erguido, como para ver bien la carretera.

Sin prisa pero sin pausa, avanzamos poco a poco, dejamos atrás Sevilla y ahora hacia Huelva, al menos eso pone en los letreros de la carretera. Sigue lloviendo de forma intensa, pero Javier esta mas tranquilo, me ha chillado en un momento desde su soledad dentro del casco...

- Que buena eres Blanquita... pareces una Barquita en este mar de lluvia y asfalto.

Me hace sonreír, esta vez no lo puedo ocultar. Siento una alegría enorme, sabia que podía hacerlo bien con el agua, ademas Javier siempre cuida mis zapatos y esto me da mucha confianza, por eso le regalo una suave ondulación como si fuera la carretera, pero me gusta que se sienta bien, eso me reconforta.

A los pocos kilómetros, deja de llover y con una fina lluvia ocasional que amenaza mas que moja, llegamos a un desvío que parece ser el final de esta etapa, Isla Cristina, al fondo el mar y las nubes se mezclan en un cuadro gris y ventoso.

Dorsal 364.Descansamos un poco y vamos a un recinto donde.... ¡Hay un montón de primas y hermanas!. Un montón de humanos y muchas banderas y casetas, parece una feria. Después de dejarme sola unos momentos, Javier viene con unas pegatinas y me susurra:

- Somos el 364, un número muy corriente para una moto única, pero no se podía elegir.

Gracias Javier, por estas palabras. Después me coloca las pegatinas y salimos del recinto, no sin antes dejar que un "voyeur" eche un vistazo a mis frenos, mis zapatos y mi voz, aguda y monótona, prefiero el sonido de mis dos cilindros, pero en fin, es lo que hay.

Vamos a dormir, no me siento muy sola en la calle, hay mas primas y hermanas cerca. Mientras duermo, un sueño me lleva a recorrer carreteras sin fin, curvas, rectas, pueblos, puentes, valles y montañas... un bonito sueño.

Briefing.

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